Este miércoles 23 de Mayo de 2012, un grupo de valientes aventureros nos encaminamos hacia el pueblo de La Adrada, en Ávila. No sabíamos bien lo que íbamos a encontrarnos, pero mereció la pena.
Salimos del Centro sobre las 9'30 horas en un autobús enorme en el que podían ir compañeros con silla de ruedas. Llegamos al Centro de Turismo La Espuela, en las afueras de La Adrada, y nos recibieron de maravilla, ofreciéndonos un bocadillo de chorizo o morcilla, al gusto del consumidor, acompañado de refrescos y vino.
Tras el almuerzo consistente, nos montamos de nuevo en el autobús y nos dirigimos al Castillo de La Adrada para visitarlo. Allí, las guías nos pusieron primero un vídeo explicando los cambios que había sufrido el castillo, ya que en sus inicios, no era un castillo sino una iglesia. Vimos la parte baja todos juntos, con las explicaciones pertinentes, y después, los más ágiles, subimos hasta la torre del homenaje y pudimos deleitarnos con las maravillosas vistas del valle del Tietar.
Agotados, volvimos al CTR La Espuela, dónde nos esperaban con una apetitosa comida: entremeses fríos y calientes, paella mixta, helado y café, todo ello regado por vino de las tierras manchegas, gaseosa y agua. Tras la comida y pequeña sobremesa, salimos a la terraza y jugamos dos bingos, que ganó Justa. Seguro que hubo tongo... nos reímos y le gritamos, pero los bingos eran correctos.
Antes de salir de regreso a Madrid, nos comimos unas rosquillas de Sotillo de la Adrada riquísimas, con un vasito (o dos) de sangría, buenísima también, con un toque de canela estupendo. Nos despedimos de nuestras nuevas amigas de La Espuela y volvimos a casa ¡¡siendo más de las 20'00 horas!!
Llegamos muy cansados, pero deseosos de repetir la experiencia. Raquel, ¿qué pueblo será el siguiente?
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